sábado, 25 de noviembre de 2017

Maña se cumplen 15 otoños sin ti.

¿Si formas parte del recuerdo
por qué tu ausencia duele en el cuerpo?

Si ya hace 4 que he vivido más tiempo
con tu ausencia
que con tu voz.

Si ya entendí hace tiempo que no vas a volver
y que si nos volvemos a ver
tú serás tú
pero yo ya no seré yo.

Se preguntaba Eric Clapton lo mismo.
Y ese vago miedo es, a la vez,
una última esperanza de encontrarnos.

Aunque sea para despedirnos.
Aunque sea un momento, para dibujarte de nuevo
en los recuerdos que,
cada año,
se vuelven más y más lejanos.

Hay heridas que no curan.
Uno aprende a vivir con ellas.
Aprende a ignorar los vacíos.

Como si fuese normal
y nunca hubiese estado ahí.

Y luego vuelve otro otoño,
cada año es uno más,
a colar el frío entre mis agujeros
y hablarme de lo que falta.

Porque pasan los años
y todavía te echo de menos.

Y no tiene pinta de que esto vaya a curar.


lunes, 7 de agosto de 2017

con la cabeza entre dos palabras

Desde el sexto círculo del infierno,
con la boca demasiado grande
y el pecho demasiado pequeño.

Con esa herida que sangra
y empapa la ropa
hasta que empieza a hacer frío.

Llevo las rodillas sucias
y las sienes cansadas.
Me dejé las llaves fuera.

Vengo a dormir al primer piso
con la cabeza entre dos palabras
que forman una despedida.


lunes, 2 de enero de 2017

Esta quizás sea mi primera
y última entrada
escrita desde el teléfono.

Hoy he visto a mi abuela desvanecerse
entre los pliegues del tiempo,
de la ciudad.
Como un pequeño duende
entre la maleza del invierno.

Escarcha en la cabeza.
La veo alejarse
y empiezo a creer
que la que se va soy yo.

El hueco de mi hogar se llenó de cajas,
duermo en el rellano de mi pasado.

No soy más una niña.
No soy aún una adulta.

Soy como ese duende,
al que quiero y al que guardo  rencor,
que va saltando, de azulejo en azulejo,
olvidándolo todo,
hasta que no quede nada.

Nada más que el asfalto y la escarcha.