miércoles, 22 de mayo de 2013

El que no se fue

De esos tres segundos en los que me vacila la sonrisa,
y todas las certezas que me hacen fuerte se derrumban.
No queda nada, ni siquiera la carne.
Nada a lo que agarrarse.
Soy el polvo de unos huesos que tiemblan de frío.
El cadáver que nunca fue llorado,
velado.
Soy justamente lo que soy,
valgo lo que soy.
Nada más.

Sin máscaras,
sin pretensiones.

Con las manos manchadas de sangre,
con la vergüenza de haber sonreído.
Saber que soy egoísta,
que impongo mi mundo,
que trago vidas, las mastico,
las escupo.

Y por eso no puedo permitirme ni la más mínima duda.

El que no se fue,
el pánico.
No lo maté, solo está enterrado
bajo toda la luz que pueda invocar.
Y por eso sale en cuanto cierro los ojos.

Llevar al enemigo dentro
da malos sueños
y ese pánico constante
a ser descubierta.

Pánico, quieto,
silencioso
durante el día.


Cuando estás cayendo
solo necesitas 
lo que no mereces.

Castigo o salvación,
pero no perdón;
el perdón es el tipo más cruel de tortura.

Buena para nadie.

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