lunes, 30 de junio de 2008

Le duele más a quien se queda



Hasta la lluvia nos había abandonado. Y, el sol, mostrándose reticente, decidió tomarse el resto del día libre y regresar al amanecer. La madera de las vías mordía la tierra, como si intentara mantenerse en su puesto por siempre.
Sentí tu mano aflojar la mía. Y, sin temblores ni miradas dubitativas, diste un paso atrás, y luego otro. Al tercer metro de distancia el protocolo de las despedidas quedaba roto, y ya podías darme la espalda sin sentir mis pupilas queriendo retener cada poro de ti en este lado del andén.
Me gustaban las estaciones de tren. Me gustaba esa sensación de huir y no volver. Es por eso que comprendía a cada persona que marchaba sin recordar o tal vez atreverse a mirar atrás. Porque siempre sufre más el que se queda solo, entre decenas de trenes y miles de ojos que, aunque quiza doliera un poco, prefirieron abandonar un lugar y a todos cuantos allá, donde quiera que fuera, aún esperaban su regreso. Y entre gritos y chirridos, sintiendo desvanecerse el calor de tu mano, la soledad de un camposanto o una noche sin luna se me antojaban pura charlatanería poética, incapaz de describir este sentimiento en el que el humo y el metal formaban tu sombra, para recordarme que no fui suficiente para mantenerte aquí.
Pensaba en cómo sería abandonarte yo a ti, y temí que, haciendo trampas para elegir yo primera el papel a representar, volviera a escoger el personaje que más sufre, olvidando esas meras directrices de quién parte y quién se queda.
Por ese motivo me da miedo marchar, por si a mi regreso, no está tu sombra en la estación, sin atreverse a decir que le duele más a quien se queda.

sábado, 28 de junio de 2008

someTIMES

Antes de un nuevo amanecer se oxidaron todas las llaves de la casa. En un suspiro cayó al suelo el papel de pared. La luz polvorienta atravesó la madera podrida, quemando en los ojos de las polillas.
Las sombras comenzaron a reptar, lentamente, retirándose al interior de los armarios y bajo las camas de cabeceras de hierro forjado, retorcido, agonizante.

El viento murió al arremeter contra las flores de madera, que pinté de mil colores inventados, para no llorar con la llegada del invierno. Y la llama de la vela tiembla, aterrada, cuando escucha la lluvia caer sobre los cristales, amenazando con una mirada.
El eco bosteza sentado en el séptimo escalón de la escalera que lleva a aquel pasillo sin puertas en el que debí dibujar ventanas y algo menos de tristeza.

Es temprano, tanto que aún casi ni es de noche, tanto que parece que no haya sol ni luna. Es crepúsculo tiñendo los cristales, jugando a arrancar sonrisas de las tablas sueltas de la valla, que aún duerme esperando el beso de un príncipe de espino. Se escucha el crepitar de las olas, y cada segundo de arena que se filtra del gélido cristal clava sus dientes sobre la piedra de la chimenea.

Cruza un ángel de mármol, y sus pies descalzos no tocan el suelo. La palidez de su mentira no se refleja en ésos espejos tan llenos de polvo. Y tras su paso, silencio. La penumbra se apaga poco a poco, ensombreciendo las sombras, siempre un poco más oscuro, incluso cuando ya no se puede vislumbrar nada, ni la negrura en sí. No se digna a salir la luna, y las estrellas miran hacia otro lado.

A veces llueve, y no hay agua.
A veces... y hay veces que nunca se dignan a asomar sus narices por ciertos buzones vacíos.

***

No llores más por escuchar ésas palabras deshaciéndose en la boca de quien no es.

martes, 24 de junio de 2008

Caminos


Voy guardando en las rendijas del suelo retazos de mí.
Ése viejo, de madera, que crujía y se quejaba por todo: por el calor, por mi peso y por tu ausencia.

Barro, antes del amanecer, todas las pestañas muertas del asfalto.
Y las piedras tiemblan cuando un trémulo rayo de sol las acaricia con la yema de los dedos.

Sentir las frías baldosas del cuarto de baño conspirando.
Buscando la forma de unirse e invadir la moqueta del salón, llevando el invierno hasta el sofá.

La arena reptando bajo el cielo, azul, de un azul abrasador.
La tierra, respirando, viva. Retorciéndose en sí misma, y gimiendo de esa forma inaudible.

Los charcos, convenciéndome, muy bajito, de que ellos también son suelo por explorar.
Que sus aguas no me engullirán.

Y las líneas de la carretera, guiando los pasos a sólo dios sabe dónde.
En su muda compañía de farolas encendidas y señales discordantes.

domingo, 22 de junio de 2008

Sleepless nights II

A veces... es como si el mundo te diera la espalda.
Y entonces miles de pompas revientan a la vez.
Y miles de cristales cortan la misma piel.
Miles de lágrimas buscan morir.
Las olas rompen en la arena. Una tras otra.
Una tras otra.
Una tras otra.

Uno de esos cortes producidos por una carta.
Aquélla que nunca tuve el valor de enviar.
Y tan orgullosa me siento de no haberlo echo.
Para poder fingir bien. Muy bien.
Esos tan pequeños que ni se ven –Tú no puedes verlos-.
Y sin embargo se sienten.
Ya lo creo si se sienten.

Joder.
No lo sé.
Y es que, en esos días en los que la vida entera intenta saltar.
Y todo cambia. Y nunca para bien.
En esos días en los que no sabes qué hacer.
Comienzo a darme cuenta que no.
Ni ahora, ni dentro de años.
Ni nunca.
Y duele.
Duele mucho.
Duele como si no fuera a vivir nunca más.

Pero, al final, nunca pierdo la consciencia.

Sé que todo pasará.
Y se romperán mis promesas,
Y las tuyas.
Lo sé.
Que por mucho que me prometa ahora que no podré vivir más,
Todo, poco a poco, lo arrastrará la marea.
Y, mar adentro, donde no haya testigos,
Ahogara todas estas lágrimas que manchan mis recuerdos.

Ya no puedo
Simplemente se me hace difícil,
Confiar en mí,
En ti.
O en las hadas madrinas que SIEMPRE llegan demasiado tarde.

Y, al final, esfuerzos inútiles.
Sonrisas futiles.
Comenzando a correr sabiendo que no hay meta ni premio.
Que yo no soy suficiente, ni nunca lo he sido.
Que mi mejor esfuerzo era tu peor recuerdo.
Y, ya ni hablamos de las meteduras de patas y amenazar con tirar la toalla.

“Lo siento”.
¿El qué?
“Todo”.

Y… dios.
Yo también lo siento.
De verdad que… ya está.
Ésa es la frase:
Ya está.
Ya… ya no quiero creer en nada.
Nunca más.

Cerrar los ojos.
Fuerte.
Muy fuerte.
Prometer que no es por ti.
Ni por nadie.

Solía releer palabras.
Ésas que, poseían dos caras.

1)La que yo veía: Las palabras bonitas.
2)Lo que estaba: Una disculpa. Un premio. Un consuelo.
Porque era dura la realidad.

Ahora… no sé que hacer.
Ni como amanecerá mañana.

Hoy tampoco pienso dormir.
Quizá llore. De hecho estoy llorando.
Rompiendo mi promesa.
Lo siento –yo también-.
Que otros no rompan las suyas, eh?

No queda fe.
Ni intentos –de eso nunca hubo.
Fe sí me sobraba. Bueno, sí queda.
Un poco, sólo un poco.
Por si acaso.
No vaya a ser que desista y alguien –ésa persona- asome sus narices por donde yo ya no estoy.

Mucho puedo amenazar.
Que sigo llorando.
Porque se me acaba el aire en la jaula.
En la que te espero.
Todavía.
Porque prometí que te enseñaría a vivir.
Tú no dijiste que llamarías.
Ni que no lo fueras a hacer.
De hecho probablemente ni siquiera sepas que te espero.
Tú no dijiste que llamarías…
Ni que no lo fueras a hacer.

Y se me acaba el oxígeno.
Y la incertidumbre de tu llegada consume la luz.
La sospecha de tu permanente ausencia roba vida de mis ojos.
Y la duda de tus palabras me las quita a mí.
Queda esa certeza que siento en mi nuca.
Respirando.
Y no me atrevo a mirar.
Que es el mensajero.
Y son sus ojos negros.
Diciendo que no has venido, que no vendrás.

Que mis juegos de profesora acaban sin un principio.
Y cómo enseñar a vivir si no lo sé ni yo.
Y, entonces qué?

Si no sé vivir de otra forma.
No puedo.
Me da miedo.
Y no es que no haya manos, es que no veo la que quiero.
Y, con mi pataleta y mis berrinches, si no tengo lo que quiero, no quiero nada.

Me hundo.

Me ahogo.

Saldré.

Pero… ¿cuándo?

Robar, robar.
Robar esperanzas. Robar historias que escribir.
Robar momentos que hago míos.
Para mirar mi album de fotos
Y sonreír recordando mentiras.
Creer que si alguien pudo, yo podré.
Que la tierra ya explorada es más fácil de pisar –y más segura.

Y, al final, siempre hubo demasiado que perder.
Yo, para empezar.
Y nada que ganar. Nada por conquistar.
Faltaron las prisas por besar la nieve virgen.
Y los nervios por el primer día de playa.
Se hacían nudos en la garganta, de ésos que engullen mis palabras.

¿Querías que lo dijera?
Esperabas algo más.
Y, ¿hubiera cambiado algo?
Da igual. Porque los bosques sólo ofrecen cobijo.
Y, suena el crepitar. La madera está viva. Se retuerce.
Nos mira.
Pero no pregunta. Porque no necesita respuestas.
No quiere oírlas.
Como yo.

La arena siente. La arena ríe.
Y su risa no es amarga, como la del viento de otoño.
Ríe como un niño. Ríe, porque no la hirió el reloj.
Porque no la hirió la sangre.
Ríe. Ríe porque no se rompe, como la piedra.
Y no se seca como los días de verano.
Más bien se tuesta. Y se vuelve de ese dorado al que poco le importa si falta el sol.

Si pudiera…
Si pudiera, todo. Y no vería nada. Porque podría.
Si pudiera robaría todas las miradas que quedaron suspensas.
Y cazaría libélulas hasta el fin del mundo, para olvidar de donde vengo.
Escribiría eso que haga cambiar el eje de la tierra.
Curaría todas las noches en vela con besos en tu frente.
Cogería todas esas manos y les prometería que todo saldrá bien.

Pronto amanecerá.
Otra noche que huye.
He roto una promesa.
No me he perdonado. No he olvidado.
He perdido mucho. He aprendido otro tanto.
No quiero saltar por un puente.
Ni dejarme morir.
No quiero luchar por mi vida.
No quiero nada.
Eso es bueno, al menos no quiero cosas malas.

Necesito recordar.
Y recordarme.
Al menos hay lucha en este mundo.
Aunque sea lucha estupida.
Y la lanza me atraviese a mí.
Aunque sangre sin heridas.
Y tú te preguntes de dónde sale tanto dolor.
Y como es posible tanto sufrimiento del vacío.

Ése es mi secreto.

Y nada cambiará.
No hoy, ni mañana. Ni para noviembre. Que juré que sería mi última vida.
Ni para dentro de un año.
No lo hará.
Y es una certeza. Que me asusta, porque ya no me duele.
Y no se si es que lo asumí o que aún no quiero creerlo.

Y es que aún no.
Todavía soy muy joven.
Para saber.
Saber lo que sé.
Que siempre es demasiado.

Jugando.
Ja!
Como si tuviera algo que recordar.
Y promesas que añorar.
Rostros que anhelar o caricias que querer, de nuevo.
Jugando.
A que alguna vez tuve. A que si fue, será.

El problema está cuando me descubro en mi mentira.
Y se suicidan los ases de mis mangas.
No hay palabras para explicar mis trampas.
Ni explicaciones para todas las palabras.

Se me ocurre que quizá todo esté en mí.
Bueno, no, lo está.
Pero, puedo vivir sola. Aunque eso ya lo sabía.
Puedo reír, llorar, sentir, soñar, dudar…
Y todo eso sin nadie a mi lado.
A pesar de todo lo que me duele no es eso. Es que hay algo que no puedo sola.
No puedo amar.
Y no podré.
No sola.
Y no quiero más manos que las que no están.
Que sí, coño, que me debe de gustar llorar.

Todo viene… y todo va.

Se me hace difícil creer la primera parte de la frase.

Como aquel ‘cuidate’.
Que era una forma lenta de concienciarme de que tú no lo harías.
Como veneno en pequeñas dosis que era más fácil ignorar.
Como una verdad intuida por la dirección del viento o una luna demasiado llena.

Acaba la noche.
Te devuelvo tu vida.
Te devuelvo tu olor y tus sonrisas.
Te devuelvo tu mano, tu mente.
Todo.
Todo lo que robé. Lo devuelvo.
Bueno, no. Me quedo algunos recuerdos, un par de abrazos.
Y, eso sí, mi lluvia de verano.

Lo he guardado todo en el armario.
Te lo daré en cuanto lo vea.
Que no es un adiós, ni mucho menos.
Simplemente, no necesito esas cosas para estar segura de mí.

Voy a salir. A ver amanecer. Que me hace un poquito de falta.
Hoy, sólo hoy.
No quiero más.
Sólo un hoy.
Uno eterno, de los largos.

Y salir con ella a ver la vida rosa.
Acazar mariposas hasta que se vuelva a hacer de noche.
Pasar las horas hablando.
Y no dormir.
Escribirnos secretos muy bajito, sabernos sin necesidad de palabras claras.
Consolarnos, apoyarnos, estar. Y, sonreír un poco.
Porque te quiero.
Y a ti, aunque no lo merezcas.
Y a ti, aunque te frustre.
Y a ti, que también intuyes, aunque sea un poco.
Porque os quiero a todos.
Y punto.

sábado, 21 de junio de 2008

Sleepless nights

Se me desbordan las palabras que no tuve el valor de decirte.
Y es que al final me he quedado sin voz.
Que todo son leyes de genética.
Lo que no se usa se atrofia.

¿Aún late tu corazón?

Hay días que pueden cambiar el curso de tu vida.
Y frases con la fuerza de huracanes.
Pero a ti no te afectan.
Y para mí siempre son a mal.

Que la tristeza me sabe a mar.
Y vuelvo a casa con arena en los zapatos.
Tras seguirte por las calles.
Y llegar a la casita de chocolate, en la que tú no estabas.
Le pregunte a la bruja por ti.
Y ella, por compasión, decidió no comerme.
Ya no queda a dónde regresar.

Desperte queriendo saberlo todo de ti.
Tus sueños, tus anhelos.
Tu color favorito.
Saber de tus noches más largas y
De tus lágrimas.

Esto va a ser del corazón,
Y es que soy estúpida.

Sé que llevaré conmigo durante mucho tiempo tu olor.
Y que tú llevarás el de otra que no soy yo.
Y ésa parte de mí que sé que no volverá.

Salir de casa llevando planeada mi vida.
Y la tuya.
Y quedarme con las palabras en la garganta,
La miel en las manos y los abrazos en el corazón.

Que nunca hay valor.
Porque nada cambiará.
Porque quise jugar a interpretar tus guiños.
Y a emocionarme con tus sonrisas.
A beber de ti y vivir contigo.

No sé con quien enfadarme.
O si odiar –te o –me.

Se hace difícil recoger los sueños del suelo.
Y me queman en la boca las frases,
Ésas que no tendrán ningún efecto sobre ti.

El sol no alcanza esta parte del paraíso.
Y hace mucho que no creo…
A pesar de jurarte que sigo deshojando margaritas.
Y malgastar deseos pidiéndole a las pestañas tu mirada.

Te juré que aquí estaría.
Y aquí estaré.
Esperando.
Y quizá, al final, algo rota de tanto llorar, no sea a ti.

Sin atreverme a tirar todos mis recuerdos.
Y tus fotos que escasean.
Y, con miedo a no tener a nadie a quien reprochar.
Si tu te vas.

Queriendo levantarte de entre los escombros.
Queriendo arrancarte una de esas sonrisas que, a su vez, me hacían sonreír a mí.
Pintando de colores inverosímiles cada suspiro,
Que escapaba de entre mis labios queriendo besarte.

Y pensando antes de dormir.
Si aparecía yo en algún sueño tuyo.
Si algunas noches te dormías pensando en mí.
O si te alcanzaba mi tristeza.

Se me desbordaban las historias de los bolsillos.
Olvidé en el metro mi corbata,
Y las confesiones colgadas del perchero, agonizan.

Puedo contar los días que me faltan con los dedos de una mano.
Y me sobran las horas si espero a la noche.

Buscando la puerta que me lleve al final.
Y un susurro que me jure paz.
Y olvidar.
Olvidarlo todo.
Hasta no sentir nada.

Un abrazo.
O cogerte de la mano.
Y sentirme diminuta.
Una estrella temblando en las profundidades de un cielo.
Demasiado oscuro.

Pediría un abrazo.

Viviendo de quizás.
Levantándome a golpe de promesas.
Y prozac.
Qué bonita palabra.

Mintiéndome.
“Hoy puede ser un buen día”
Mintiéndome.
“Hoy… tal vez”
Y el diccionario de sinónimos para que todo se más creíble.
Quizá, tal vez, quien sabe, puede…

Asustada de prometí,
Cuando tú no estabas –como siempre-,
Que los cuentos existían.

Recuérdame esas palabras.

Necesito una voz nueva que me engañe.
Que me he vedado la entrada a mi alma,
Por tramposa.

Con los cajones llenos de fotografías.
De nombres amarillentos y lazos grises.
De nubes y peces.
De caramelos de fresa.

Todo se desborda.
Todo me sobra.
Y me falta el aliento,
Y las ganas de sonreír si no es por cuentos.

Que alguien me dijo que le dijeron.
Y yo ya soy feliz.

Tengo ganas de creer en mentiras.
Y soñar verdades.
Que catalogaré de pesadillas.

Siempre llorar y nunca ayudar.
Ser el punto de vista catastrófico.
Y culpar a algún dios de mi desdicha.

Temblar por las noches.
Demasiado frío.

Tú no reaccionas.
Te miro.
Te miro.
En tu jaula de cristal. Donde el frío no te alcanza.
O sí, pero de forma diferente.

Y espero.
El día en que el sol asome.
Y… un ‘quédate’.
Una tímida mirada, que me recuerde que estoy viva –todavía-,
Que puedo soñar tus mentiras.
Que sigo sin ser nada,
Pero siempre puedo creer, si tu me pides que lo haga.

Si tu me lo pides.
Cuánto tiempo malgastaré esperando palabras.
O pintando historias sobre mi propia lápida.

A tientas.
Ya no veo.
Pinto colores en tus cartas,
Y letras en el arco iris

Se anegan en lágrimas y demás estupideces mis ojos.
No hay luz.
Nunca la hubo.

Y salgo arrastrándome de mi vida,
De mí misma.
De mis sueños y promesas.

Huyo del tiempo y los recuerdos.

Corro sobre las nubes, grises.
Nado entre la nieve que se derrite sólo con pensarla.

Y los helados sacan de paseo a sus dueños,
Que los lamen inconscientes.

Nunca muerdas la mano que te da de comer.
Aunque sea veneno.

La eutanasia no está tan mal vista.
Siempre y cuando el individuo en cuestión quisiera morir antes de hacerlo.

Tu asesinaste todo.
Y no lo sabes.
Y no lo sabrás.
Porque, ahora que yo ya no puedo sonreír,
Te toca hacerlo a ti.

Por mí,
Por que soy egoísta.
Y las leyes de la gravedad no se aplican para mis lágrimas,
Que flotan hasta el techo de mi habitación.
Y ahí descansan, manchando las cortinas.

Jugando mal al escondite.
Escondiéndome mal,
Para que, cuando me encontraras,
Yo pensara: qué sorpresa.
Y sentirme feliz porque, en mitad de la tormenta,
Con un chubasquero rosa.
Pero rosa fosforito.
Tú fuiste capaz de verme.

¿Porque me buscabas?

No, desde luego.
Pero eso no me gustaba pensarlo.

Cambiar de nombre cada cosa.
Cambiar el orden de los sueños.
Cambiar el sentido de las frases.
Cambiar.
Cambiar.

Y el bien y el mal se difuminan.
Se abrazan y se hacen el amor.

Y yo.
Yo siento envidia.

Qué difícil.


Cien silencios.
Mil y una noches.
Cien suspiros.
Cien palabras.
Cien promesas
Y mentiras.
Cien cristales.
Cien sueños
Y pesadillas.
Cien lágrimas.
Cien recuerdos.
Y una corazón.

Ha amanecido temprano.
Y me he levantado tarde.

Soñar.
Sé de ojos que nunca lo han hecho.
Sé de sonrisas torcidas que lo hicieron demasiado.

Sé de sueños que rompen.
Y sueños silenciosos.
Que se cuelan en la noche. Y violan todos los muros.
Y saltan todas las distancias.

Sueños que juran.
Sueños de lengua afilada y envenenada.
Sueños malvados y perversos.
Hermosos como ángeles del infierno.

Cuándo?
Cuánto?
Cuánto?

Quiero saberlo todo.
Y reír triunfante.
Al demostrar que yo, sólo yo.
Siempre.

Y que tú, siempre tú.
Solo.
Rodeado de gente.

Siempre.
No hay salida.
No hay escapatoria.

Nos rodeamos de espejos que se burlan de nosotros.

Se consume la mecha de mi noche.
Cruzan fugaces las horas.
No tengo sueño.
Estoy pensando.

Si solo pudiera…

Tengo miedo. No sé si se acabaron los minutos.
Si se apagarán las luces.
Si quiero dejar de actuar,
Si espero aplausos o vítores.

Maldita farsa.
Maldita noche.
Maldita vida.
Maltidos todos,
Continuad siendo protagonistas de sueños.
Demostrándome que al final del día,
Hay un motivo para acostarse,
Queriendo despertar mañana.


En fin, efectos de una noche entera leyendo blogs ajenos, escuchando musica y escribiendo incoherencias.

Estoy viendo amanecer.
No sabía que lo hiciera tan pronto.
En fin, ojalá hoy sea un día mejor.

jueves, 19 de junio de 2008

Jueves

Mal jueves.
Quizá demasiado bueno.
Y ese sea el problema.
Y... al final, total, para qué?
qué sentido tiene?

...

La aguas negras engulléndome, fusionándose con ese cielo, oscuro, inalcanzable.





mierdaputa


Sin noticias de dios...
...ni del cartero,
...el poeta,
...una droga,
...luna,
...papá,
...el pez de colores que saltó de la pecera,
...los cuentos de la estantería,
...él,
...ella,
...
...mi musa,
...una puta,
...el profeta,
...la muerte,
...un beso,
...odio,
...aquel globo amarillo,
...una novela mal escrita,
...horas de insomnio,
...agua,
...un laaargo baño,
...caracoles,
...canciones olvidadas,
...otras no tanto,
...ti,
...me, mi, conmigo,
...mis 15,16,...
...FUCK

"Fuck the dreams
Fuck the kisses
Fuck the hopes
Fuck the wishes.

Fuck the love
Fuck the hate
Fuck the money
Fuck the dates.

Fuck the hugs
Fuck the falls
Fuck the 'i love you's"
fuck the phone calls.

Fuck the pain
Fuck the hurt
Fuck you
Your a total jerk.

Fuck what I thought
Fuck what I said
Fuck all my feelings
They're all fucking dead."

Lo he encontrado por ahi. Tiene fuerza, la que a mi me falta -.-

lunes, 16 de junio de 2008

***

Su voz avanzaba, lentamente, abriéndose paso ente la espesa niebla.
Y a tientas buscaba el color de sus ojos, o aquel destello en la mirada que trataba de decir: "Quédate un poco más".

Ella murió de frío sobre las vías, ya abandonadas.
Porque, tras recorrer kilómetro siguiendo el arrullo de un "te quiero" que lo le pertenecía, se olvidó de cómo era vivir y cuán sola estaba antes de comenzar el viaje.

***

El cadáver de una descolorida mariposa de papel.
El sonido de un cristal antes de morir, en ese último impacto contra el suelo.
La histérica danza de una polilla en torno a la vela que aún guarda tu último aliento.
La sangre que mana de los cortes producidos por el espejo, cuando por fin golpeó a la extraña que se reía de ella, al otro lado.

***

Camino a casa entre la línea que marca el comienzo de ambos barrios.
Condenada a vivir eternamente en el distrito insípido.

***

Era más fácil si podía culparte a ti.

***








es que... simplemente, nunca es suficiente.
Nunca lo soy.
Suficientemente buena...

viernes, 13 de junio de 2008

Macabro

"Macabro es un término aplicado a un tipo de obras artísticas y literarias, caracterizadas por una atmósfera lúgubre y espantosa. En tales obras se hace énfasis en los detalles y símbolos de la muerte."

Era verano. Una tarde de verano.
A la sombra, protegiéndonos del sol, del calor y la fatiga.
Dos hielos se derretían en mi vaso, lamiendo la rodaja de limón.
Perlas del sabor del sol.
Dos fugitivos.
La sonrisa del payaso, mal hecha, a medias.
Carcajadas y bocanadas de aire. Un aire húmedo y viciado.
Niños juegan a lo lejos.
En mitad del día un cuadro macabro.
Pasa una procesión. Una silla de ruedas.
Un futuro pisoteado.
Una niña sobre la silla.
Dos ojos vacíos.
Un hielo se extingue y exhala su último aliento de agua.
El sol se jacta.
Un momento macabro. Y todo vuelve a su curso.



A veces lo macabro se encuentra en las brechas y guiños que nos concede lo cotidiano...

jueves, 12 de junio de 2008

Watching TV

Una mujer de mediana edad, con el albornoz puesto, mira la tele distraída, mientras un gato gordo se pasea de un lado a otro de la minúscula sala, como intentando expandir esas cuatro paredes a base de recorrerlas una y otra y otra vez.
La mujer suspira escuchando la insípida conversación de enamorados de una de esas telenovelas sudamericanas con la que rellenan las tardes vacías, tratando de encoger -quizá una última vez- el saturado -de grasa, no de amor- corazón de las cincuentonas que se dejan caer buscando sus treinta minutos de un amor imposible, de personajes imposibles de nombres imposibles y acciones poco probables.
Su atuendo, de un color rosa pálido, algo más blancuzco de lo que su nombre de por sí ya indicaba, a causa de la lejía y demás inclemencias a las que una mujer que pasa sus tardes observando el amor plástico de muñecos, suele exponer al algodón, le otorga cierto aire majestuoso, melancólico y excéntrico al mismo tiempo; como la elegancia que posee una reina loca, tras perder su palacio y su trono, reteniendo su pose de reina, entre miles de harapos.
Comprende, sin saberlo, que hace mucho que perdió la oportunidad de hacer suya una de esas historias de decorados falsos y actores -no fabulosos, pero sí lo suficientemente buenos como para engañar a un corazón anhelante-. Comprende, por eso algunas noches llora, sin saber muy bien el porqué. Lo sabe, aunque no lo piense. De hecho no lo piensa porque lo sabe.
O algo así, tampoco importa demasiado, porque eso no es un punto de relevancia en esta descripción.
Entonces el gato se estira. Bosteza, rueda sobre el suelo y sigue en su intento de forzar las leyes del espacio, a pesar de no saber muy bien la finalidad de ello.
La mujer suspira, escucha, suspira de nuevo y deja de escuchar, para sumirse en un mundo que no conoce -o reconoce-, donde ella es la protagonista de una historia de esas, aunque su imaginación la deja a la puerta de la publicidad, y entonces se acaba el capitulo.
Pulsa el botón de apagado del mando a distancia, pero las pilas, en un ataque de personalidad, deciden no funcionar, así que, cuando ella levanta sus setenta y tres kilos de humanidad y camina pesadamente hasta la cocina, las voces de varios periodistas hablando de-no-sé-qué-cosas que nada tienen que ver con las telenovelas, la acompaña en un dulce ronroneo.
Y cualquier atisbo de pensamiento filosófico o reflexión sobre la vida y el desperdicio y fiasco que ésta ha supuesto para nuestra protagonista, muere instantáneamente ahogado por el aroma del detergente, la goma y unos bombones de mala calidad que arrastran cualquier pena, como si de un potente desatascador de las tuberías del corazón se tratase.

Esa es una descripción de mí misma...



Y yo soy el gato.

miércoles, 11 de junio de 2008

Far away

Huir, correr, salir de casa pasadas las doce sin noticias de nadie.
Escapar de cuatro paredes para ir a ninguna parte, pero lejos, como morir.
Alejarme del mundo, de lo bueno que me recuerda lo malo, de mis angeles que brillan demasiado ya.
y deslizarme caminando sobre un crepúsculo de nubes de tabaco, luces de colores y lágrimas sobre el asfalto.
Olvidar, todo, caer sobre la hierba jadeando, sin saber dónde estoy, a que mar he llegado...
Y entonces gritar, gritar fuerte y alto, y llorar, y rodar pataleando...

Quiero, en silencio, abandonar este lugar, y marcharme lejos, muy lejos, y borrar todos mis recuerdos.
Quiero... al menos, todo se acabo.

martes, 10 de junio de 2008

あそびます

Juguemos, juguemos a ser niños de nuevo.
Juguemos a sonreír y a que nunca lloramos.
Juguemos a olvidar, a soplar pompas de jabón.
Juguemos a que no estoy cansada.
Juguemos, por jugar, porque esta noche me he prometido la última.
Juguemos, ahora que el sol se ha retirado.
Juguemos, que quiero demostrarte cuán buena soy en esto.

domingo, 8 de junio de 2008

Ophelia[C]

Que, como una Ophelia sin su Hamlet,
buscaría en las profundidades el beso de la muerte.
Sintiendo el agua inundar su alma y desbordar sus ojos.

Como una Ophelia perdiendo la cabeza en mitad del vendaval,
gritando un nombre bajo las aguas,
dormida en su tumba de narcisos.

Volvería a ti vestida de mentiras,
creyendo que me llamas,
para poder morir de nuevo esta noche.

En el agua, a la deriva.

sábado, 7 de junio de 2008

たすけて

Quiero romper a puñetazos la pared
en la que algún desalmado pintó un cielo
y contra la que tantos pájaros han chocado,
perdiendo la vida en un postrer vuelo,
hacia ninguna parte.

Quiero llorar y romper la pared a puñetazos,
hasta que mi sangre manche el firmamento
y caiga abatida, sin aliento,
incapaz de moverme o pensar.
Golpearla, fuerte, y gritar,
hasta quedarme sin voz.

Quiero romper la piedra y convertirla en polvo,
y morir en el intento.
Y perecer aplastada en el derrumbamiento.
Quiero castigo, quiero muerte, olvido,
quiero huir de aqui, irme lejos,
quiero no volver nunca más,
y no tener que hacerlo.

Y, sin mirar atrás, no echar de menos,
no sentir, no llorar,
no reir.
Quiero la nada y que me abrace
y me viole.

Sentir el filo de su navaja y el gélido corte rasgar mi piel,
la sangre calmando la vida, a borbotones,
prometiendo que no habra un mañana
que amanecerá vacío, como todos,
prometiéndome que se acabaron las ausencias
de los futuros mejores y los besos de los finales felices.

Quemando los libros, las ruecas, las manzanas,
las brujas y los príncipes por igual.
Arrojando a la hoguera las lágrimas y huevos de dragón,
para que arda la casa entera y vivir en una mansión
bajo tierra,
para que no me vuelva a dañar el sol.

Quiero eutanasia, suerte, perdón,
orar cada noche a otro dios,
en busca de consuelo o compasión.
Y gritar hasta volverme loca,
hasta que huya la razón,
que en las calles de Londres,
las más oscuras, por ser una puta,
destripaba al corazón.

Y ya cansada de orar, cansada de saber,
que ni has estado ni vendrás,
cansada de fingir y sonreir,
cansada de soñar, y soñar con realidad,
y cantar con melancolía, y pegar,
sin llegar jamás a derribar.

Cansada de todo, se derrumba el castillo de arena,
ése que el viento destruye, rápido,
antes de que suba la marea.


S T I L L C R A Z Y

Underground



"El metro pasó a escasos veinte centímetros del borde, donde me encontraba yo, tratanto de remendar los espacios entre minuto y minuto, para ser simplemente un desconocido más entre la multitud de los andenes que se perdían por toda la ciudad, bajo tierra, como una tumba en la que escabullirse por unas horas y desaparecer, literalmente, del mapa.
El enorme armatoste paró con un fuerte suspiro y los histéricos gritos de las vías cesaron, para dar paso a una sinfonía de tacones y zapatos golpeando contra el suelo, de voces, alarmas y gente que iba a toda prisa de un lado para otro, al contrario que yo, queriendo abarcar casa instante de vida sin perder ni un pestañeo en el camino; y con las prisas no podían ver como se les caía la vida de los bolsillos, desbordándose lentamente.
El vagón, frente a mí, me invitaba a embarcar e irme lejos, a otra estación en alguna otra parte de la misma ciudad; pero no pensaba subir, sólo quería sentarme a ver cómo la gente caminaba, sonriente, e imaginar porqué lo hacían, a donde iban con tanta prisa y si habría alguien esperándoles en casa o allá a donde se dirigieran. También miraba a la gente que parecía triste o cansada, e inventaba una vida y mil lágrimas por cada uno, hasta que el mundo volvía a ponerse en marcha y los trenes retomaban su camino, hacia el paraíso o el infierno, dependiendo del viajero.
Me gustaba porque era como un lapso en el mundo, en el que nunca era de noche ni de día, y el tiempo lo marcaban las idas y venidas de gente y moles de hierro y acero. Era como cavar un hollo en la tierra y meterse dentro, y cerrar los ojos.
Entonces todo desaparecía.
Fue tras cuatrocientas veintisiete personas, cuarenta y dos tristes, treinta y seis felices y el resto con la máscara de calle aún recién puesta, cuando la vi, a ella, entre cientos de ojos de cientos de colores, entre cientos de pasos y súplicas. Su tristeza llegó hasta alcanzar mi nuca, y su mirada perdida, buscando a alguien que no era yo, y que no acudiría a la cita, pedía a gritos eutanasia, para no llorar esa noche de nuevo.
Las puertas se cerraron entre ambos y el metro la arrastró, lentamente, hacia la superficie, donde la vida y el silencio, pensé, se asemejaban más a un sepulcro que este agujero bajo tierra."

Dedicado a la persona que me inspiró esta historia, ésa que también sueña con perderse lejos, y desaparecer unas horas del mundo.

martes, 3 de junio de 2008

The angel

Él era bello incluso entre los ángeles. Y su fuerza y destreza eran reconocidos entre todos los demás.
En aquella ciudad en la que la belleza no era algo que destacara, sus cabellos de fuego y sus rizos que lamían en viento llamaron la atención del, hasta entonces, más hermoso de los ángeles. Y la envidia es un veneno que corroe los corazones jóvenes, así es que, por motivos que quedaron sin esclarecer, y sin que lo lamentara ninguno de sus compañeros, el ser de cabellos de fuego fue expulsado del cielo y obligado a perecer en las entrañas de la tierra, donde la misericordia del vacío no se mostraba piadosa con la vida.
En la tierra su aroma de luz sembró bosques de vetustos árboles y creó mil ciudades de cristal, y una de hielo y arena.
A él lo guardaron como a un tesoro, encerrándolo en el templo de una belleza comparable a la suya propia. Y allí, en su jaula de oro, lo dejaron marchitar hasta que sus ojos perdieron el color de antaño, y su piel se volvió gris y sus cabellos del color del cielo en invierno... pero eso ya nadie lo veía, porque él había cegado a todos los habitantes de la tierra.

"expulsado del cielo y obligado a perecer en las entrañas de la tierra"

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Y qué si no siento en mis venas la sangre correr?
Tasukete.

lunes, 2 de junio de 2008

Deshojando minutos

Comenzó a caminar por la calle, creando historias que flotaban sobre los charcos. La lluvia caía con su forma de llamar la atención de todos, y su pelo comenzaba a tomar vida propia, escalando por la mandíbula, en busca de un sol que se hacía mucho de rogar.
Creó historias que la harían llorar esa noche, y cuando ya casi podía sentir el futuro planificado sobre sus labios, chocó contra un hombre alto, de pelo cano, y en silencio le dio las gracias por atarla de nuevo al mundo, antes de que la caída fuera demasiado grande



Como solía girarme cuando nos despedíamos, para comprobar que tu no me buscabas.

Como solía maldecir por hacerme sonreír como una tonta.

Como solía suspirar cuando gastaba otro deseo en pedirte.

Como deseaba olvidar guardando todos los detalles.

Deshojando relojes y desgranando margaritas.

Es que hay noches en las que no me apetece ser, estar o parecer.

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Creo que ya... no siento nada